jueves, 17 de julio de 2008

himno a la belleza

¿Vienes del hondo cielo o del abismo sales,
Belleza? Tu mirada, infernal y divina,
confusamente vierte los favores y el crimen,
y por esto podrías al vino compararte.

En tus ojos contienes la aurora y el ocaso;
cual tormentosa noche tú derramas perfumes;
tus besos son un filtro y un ánafora tu boca
que al niño envalentonan y acobardan al héroe.

¿De negra sima sales o de los astros bajas?
Tus enaguas, cual perro, sigue hadado el Destino;
vas al azar sembrando la dicha y los desastres,
y todo lo gobiernas y nada respondes.

Caminas sobre muertos, Beldad, de los que ríes;
el Horror, de tus joyas no es la que encanta menos,
y entre tus más costosos dijes, el Homicidio
en tu vientre orgullosos danza amorosamente.

La cegada polilla vuela hacia ti, candela,
crepita, brilla y dice: bendigamos tal llama
Jadeando el amante sobre su hermosa, el aire
tiene de un moribundo que acaricia su tumba.

¿Que vengas del Infierno o del Cielo, qué importa,
¡Belleza!¡Monstruo enorme, ingenuo y espantoso!
Si tus ojos, tu risa, tu pie, me abren la puerta
de un infinito al que amo y nunca he conocido?

De Satán o de Dios, ¿qué importa? Ángel, Sirena,
¿qué importa, si tú –hada de ojos de terciopelo–
vuelves –ritmo, perfume, luz, ¡oh mi única reina!–
menos horrible el mundo, los instantes más leves?

Charles Baudelaire, Las flores del mal
Trad. Luis Martínez de Merlo

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